Conexión mente-cuerpo-emoción: la conectividad maravillosa del ser
Publicado: 2024-02-22
Solemos hacer una clara distinción entre el cuerpo, la mente y las emociones. La cultura occidental nos impulsa a identificarnos con nuestra mente, a ver nuestro cuerpo simplemente como el lugar donde habitamos y nuestras emociones como cosas que nos pasan, incluso como algo que tenemos que domesticar, ignorar o controlar. Pero el cuerpo y las emociones son la persona, tanto como la mente lo es. La misma OMS reconoce la importancia de una relación saludable con cada aspecto de ser humano, definiendo la salud como “el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no sólo la ausencia de lesión o enfermedad”.
¿Por qué es importante distinguir que la salud va más allá de la ausencia de una patología? Si no estoy enferma, entonces estoy sana, ¿no? Solemos ver ambos aspectos como dos polos opuestos, dos estados mutuamente excluyentes, cuando no son así.
A pesar de que, conceptualmente, cuerpo, mente y espíritu son términos diferentes, es su ensamblaje el que crea a la persona. La medicina convencional cada vez obtiene más pruebas de aquello que, espiritualmente, se reconoció desde un inicio: la relación cuerpo-mente-emoción. Las tecnologías que permiten la visualización y el análisis de los procesos cerebrales han demostrado que en todas las enfermedades, la afectación física conlleva cambios en el estado psicológico y emocional. Y funciona igual viceversa: las afectaciones psicológicas y emocionales están vinculadas con un mayor riesgo de desarrollar algunas enfermedades físicas. La conciencia, la regulación emocional, el estado corporal, el lenguaje, el sistema inmunitario, la nutrición y la respiración son una expresión del individuo conectado a un momento determinado de su vida y de la gestión de ésta (Irazu Garitaonandia, Campillo Soto, 2024). Puesto simplemente, el cuerpo, la mente y la emoción son una unidad.
Recordando lo que se suele decir, que el cerebro es quien manda las señales al cuerpo para que haga o deje de hacer alguna función. Pero el cuerpo manda señales al cerebro de la misma forma, se ha comprobado, por ejemplo, una comunicación entre el sistema digestivo y el cerebro en el que el primero es el emisor y el segundo el receptor. Las emociones y los pensamientos que tenemos también tienen esta función, algunos ejemplos son:
- Efectos del estrés: el estrés es la forma en que el cuerpo se prepara para escenarios posibles, es una demanda para hacer en el presente lo que ayudará a aumentar la probabilidad de preservación en el futuro. El estrés (emoción) hace que el cuerpo (fisiología) libere hormonas como el cortisol que pueden elevar el ritmo cardíaco y la presión arterial. El problema es cuando se vuelve crónico o excesivo, pues pone una gran presión en el sistema inmune y aumenta el riesgo a ciertas enfermedades.
- Ansiedad: las sensaciones corporales que suelen acompañar esta emoción son el aumento del ritmo cardíaco, sudor en las palmas, frente y/o espalda e incluso, temblor. Esto es porque la ansiedad demanda acción, activando la respuesta de supervivencia de “lucha o huida”, en las que ambas demandan movimiento. Esta respuesta emocional es crucial ante situaciones amenazantes, pues protegen nuestra vida, pero cuando ésta persiste, puede impactar la salud del corazón y del sistema digestivo.
- Ánimo decaído: ¿te ha pasado que tu apetito se ve afectado por tu estado de ánimo? Esto puede verse como comer de más o perder el apetito, depende de la persona. Se impactan los niveles de energía, pues tener poca comida no proporciona la nutrición necesaria, y comer demasiado consume gran parte de la energía sólo en digestión. Esto lleva a sentir fatiga e incluso, dolores físicos.
- Emociones satisfactorias (p.ej.: alegría, conexión y gratitud): la felicidad libera endorfinas, lo cual tiene un efecto químico similar a los analgésicos. Tener una perspectiva más optimista y buscar los aspectos positivos de la vida permiten aumentar las emociones que generan una sensación de bienestar, lo cual reduce el dolor y fortalece el sistema inmune.
El enfoque propone que conducir activamente al cuerpo a una relajación, promueve la regulación emocional y la consciencia plena de los aspectos cognitivos y de la persona en el contexto presente. Esto es una habilidad que se puede aprender, y se debe practicar para alcanzar su dominio. La conexión cuerpo-mente-emoción es innata, los bebés y niños tienen una mayor conciencia de cada aspecto; pero, en su desarrollo, no se les fomenta la exploración de la conexión sino que el ignorarla favor de concentrarse en el aspecto cognitivo. Debido a ello, se convierte en una decisión personal el dedicar tiempo y energía a aprender a escucharse completamente, y regularse por medio del cuerpo. Algunas de las actividades que se recomiendan para comenzar a revivir esta conexión son: el yoga, la atención a la postura y tensión corporal, el sonreír apropósito para liberar endorfinas, y, lo más importante, las técnicas de regulación del sistema nervioso. Antes de ahondar más en la última categoría, es importante señalar que se puede reducir la vulnerabilidad a la desregulación emocional y del sistema nervioso por medio prácticas de autocuidado básicas como dormir, ejercitarse y llevar una buena nutrición.
Al hablar de la técnicas de regulación del sistema nervioso se destacan las siguientes:
- Interocepción: es la capacidad de ser consciente de las sensaciones internas del cuerpo, como el hambre y el dolor, lo que nos ayuda a entender nuestro estado físico y emocional. Esta conciencia guía nuestras respuestas al entorno y puede influir en nuestra salud mental y física.
- Mindfulness: es una práctica meditativa que se utiliza ampliamente para regular nuestro sistema nervioso, reducir el estrés, mejorar la concentración y el sueño. Sus efectos se explican mediante mecanismos neurobiológicos que incluyen el control de la atención, la conciencia corporal, la reevaluación de eventos estresantes, la no reactividad a las experiencias internas y la no identificación con el yo.
- Respiración controlada: es una técnica que nos permite regular conscientemente nuestra respuesta parasimpática al controlar la frecuencia y profundidad de nuestra respiración. Diferentes patrones de inhalación y exhalación afectan la frecuencia cardíaca, la presión arterial y los niveles de oxígeno en la sangre, lo que puede influir en la reducción del estrés, la percepción del dolor y la mejora de la memoria. Las técnicas como la respiración lenta, la respiración en caja, el suspiro cíclico y la respiración por las fosas nasales alternadas son ejemplos de cómo controlar la respiración puede mejorar la regulación del sistema nervioso y promover el bienestar.
En resumen, la conexión mente-cuerpo-emoción se refiere a la interrelación entre nuestros pensamientos, nuestro cuerpo físico y nuestras emociones. Esta conexión es crucial porque demuestra cómo nuestras experiencias mentales y emocionales pueden influir directamente en nuestra salud física y viceversa. Entender y cultivar esta conexión puede ayudarnos a mejorar nuestra calidad de vida, gestionar el estrés y promover un bienestar integral.
Referencias
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